Resulta obvio pensar que, desde el momento mismo de la fundación de nuestra cofradía, debió existir un Crucificado que fuese objeto de devoción de sus hermanos y que presidiese solemnemente sus desfiles procesionales. Incluso hasta es lógico deducir que al mismo tiempo esta imagen ocupase lugar preferente de la capilla desde el instante mismo en que ésta fuese abierta al culto, una vez entregada a los primeros colonos que se establecieron en Villafranca de la Marisma.
Pero la verdad es que de esa primitiva imagen nada sabemos. Solamente -y esto por simple deducción- que no debió ser de gran tamaño sino más bien pequeña, como lo fueron todas las de las Hermandades de Sangre del siglo XVI ya que, como anteriormente se ha expuesto, eran procesionadas por un clérigo que las alzaba sobre sí ayudándose de un aparejo formado por correas que permitían elevar el crucifijo a la vista de todos por encima de su cabeza, mientras la cruz descansaba sobre cierto receptáculo, también de cuero, sujeto al cinturón del portador.
(…) Cuando en la primera mitad del siglo XVII se inicia en toda España el uso de andas o pasos en los desfiles procesionales, la Hermandad de la Santa y Vera Cruz y Preciosa Sangre de Cristo -como tantas otras- no permanece ajena a esta nueva moda generalizada que nos invade y es entonces el momento en que se ve obligada para ello a reemplazar su primitivo crucificado por otra imagen de Cristo de mayor tamaño que la primera.
Era esta una talla en madera, de proporciones académicas y de autor desconocido, con unas acentuadas características gótico-renacentistas que, aunque sólo fuera por su antigüedad, constituía una verdadera joya escultórica que bien merecía la pena conservar.
Aunque se desconoce su autor, siempre hemos contemplado la posibilidad de que éste fuera Blas Hernández Bello y que la imagen fuese tallada entre los años 1619 y 1624. Para ello nos basamos en una escritura de encargo reseñada en los registros notariales del escribano sevillano Juan de Carranza.
(…) Siempre se pensó que el Crucificado al que hace referencia esta escritura de encargo fuera el Stmo. Cristo de la Salud que se conserva en nuestra Iglesias Parroquial de Santa María la Blanca en la capilla que hay a la izquierda del altar mayor. Sin embargo el Laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla afirma en sus estudios que, aunque este crucificado de Santa María la Blanca pertenece al siglo XVII, su talla fue realizada en fecha muy posterior a la de la escritura reseñada.
Además a esto hay que añadir el hecho de que durante siglos la Parroquia que realiza el encargo lo fue, como ya antes hemos dicho, de las dos villas pero siempre fue considerada como iglesia de Los Palacios, por lo que la repetida imagen bien pudo ser encargada por los sacerdotes que la servían para la Capilla de San Sebastián.
Este segundo Crucificado, fuera el de Blas Hernández u otro, formó parte del patrimonio de nuestra hermandad durante más de trescientos años, saliendo infinidad de veces en estación de penitencia por las calles de nuestro pueblo; hasta que en el año 1940 la Junta de Gobierno de entonces acordó sustituirle por el actual.
Al perder protagonismo y quedar desde entonces un poco relegado en la sacristía de la capilla, el por entonces cura párroco de Santa María la Blanca, Manuel Fontádez Rodríguez lo cedió de forma graciosa a la parroquia del Castillo de las Guardas que había sido incendiada durante los agitados años de la Guerra Civil Española y que, tras su restauración, no contaba con imagen alguna. En el citado templo fue imagen titular de la Hermandad del Stmo. Cristo de la Misericordia y Ntra. Sra. de los Dolores, hasta que en 1991 fue sustituido por un nuevo Crucificado obra del escultor Francisco Reyes Villadiego.
Actualmente, la imagen del Santísimo Cristo de la Vera Cruz de nuestra hermandad sigue siendo aquella talla de 1940 de la que ya hemos hablado anteriormente, realizada en madera de cedro policromada por el afamado escultor sevillano Juan Antonio Castillo Lastrucci.
Por el contrato que se firmó en el momento de serle encargada la ejecución de la obra sabemos que se trata de «una imagen de Cristo en la Cruz, muerto, de un metro y ochenta centímetros de estatura, en una cruz realizada en talla rústica».
Igualmente, el contrato nos desvela el nombre de la persona que hizo el encargo al imaginero: Dª. Manuela González, «La Curá», así como el precio fijado por el trabajo que fue de seis mil pesetas, de las que como primer pago le fueron entregadas al imaginero en el momento de la rúbrica mil quinientas.
El mencionado documento está firmado en Sevilla el 23 de marzo de mil novecientos treinta y nueve y en él se fija un plazo de ejecución de tres meses aproximadamente.
(…) Se trata de una imagen en la que se observa una gran semejanza con la del Cristo de la Buena Muerte que el imaginero había realizado un año antes para la sevillana Hermandad de la Hiniesta que es, sin duda, una de las obras cumbres del autor, y desde luego, está considerado como su mejor Crucificado.
En nuestro Cristo de la Vera Cruz resultan más que evidentes los rasgos característicos de los grandes maestros de la imaginería como Montañés o Mesa, que saltan a la vista de inmediato en detalles como la finalización del sudario, que llega a parecer copiado del Cristo del Buen Ladrón.
Desde luego Castillo Lastrucci se recreó en la talla que realizó para nuestra hermandad, a la que supo imprimir un claro acento personal gracias al realismo que caracteriza a todos sus trabajos. La seriedad de su rostro y la placidez armónica de toda su anatomía constituyen indudablemente el sello inconfundible de toda la extensa obra del artista.
En el mismo año 1939 D. Juan Antonio Rodríguez González cede a la Hermandad la imagen del Santísimo Cristo de la Vera Cruz.
Extraído de «La Hermandad de la Vera Cruz de Villafranca de la Marisma», de D. Antonio Cruzado González. (2013), Cronista Oficial de Los Palacios y Villafranca.