La imagen de San Sebastián, de autor y datación hasta el momento desconocida, se encuentra tallada en madera policromada. De un tamaño inferior al natural se representa este santo en el momento de su martirio. Con un rostro de carácter infantil y ovalado, sus ojos aparecen ligeramente arqueados bajo unas cejas finas. Sobre su frente, reposan varios mechones de pelo, detalle característico de su iconografía. El torso se encuentra muy trabajado, con flechas dispersas por todo su cuerpo, el cual se encuentra ligeramente apoyado sobre un tronco al que está atado. Se trata de una escultura que, a pesar de ciertas imperfecciones formales, la anatomía parece correcta, y el rostro, melancólico, denota facciones y perfil clásico. Presenta además paño de pureza de poco volumen ceñido a los muslos.
Según Andrés Bellido, párroco de la localidad, la imagen de este santo se encontraba situada en el presbiterio, junto a la puerta que daba acceso a la sacristía, donde recibió culto durante centurias. La imagen pasó a un pequeño retablo procedente de la destruida Capilla de Jesús. Fechado el documento en 1915, el párroco indica que el santo presenta más o menos un metro de altura, con cinco saetas de madera. Portaba dos bandas de tisú y seda encarnadas con dos sudarios de hilo. Fue restaurado en 1895 por un devoto, siendo su Camarena Javiera Barrionuevo Tamayo, vecina de la localidad.
Helena Carvajal González, en un artículo dedicado a San Sebastián en 2015, indica que, según la leyenda, este santo fue centurión durante el gobierno de los emperadores Diocleciano y Maximiano, y tras su conversión al cristianismo fue condenado a morir asaeteado con flechas, tal y como aparece representada la escultura del patrón de nuestra localidad. Sin embargo, el santo sobrevivió y se presentó ante el emperador para reprochar la persecución hacia los cristianos. San Sebastián murió apaleado y martirizado siendo su cuerpo tirado a la Cloaca Máxima. Tal y como se indica en la Despositio martyrum en el siglo IV, el santo se encuentra enterrado en la Vía Apia, en las catacumbas que llevan su nombre, estableciéndose además la fecha de su festividad el 20 de enero.
Según la Leyenda Dorada De la Vorágine, San Sebastián es considerado protector contra la peste tras el cese de una epidemia en Pavía después de dedicarle un altar. Esta devoción llega a Sevilla durante las epidemias de peste del siglo XVI, centuria en la que se empiezan a construir ermitas consagradas a San Sebastián, como sedes de hermandades de Vera Cruz, tal como indica el historiador Julio Mayo Rodríguez en su artículo titulado “San Sebastián, patrón defensor de la peste en Sevilla”. Esta relación entre la devoción a dicho santo y la fundación de hermandades de Vera Cruz sucedió en otros pueblos sevillanos como Dos Hermanas o Utrera.
Ana Lobato Cerrada
Graduada en Historia del Arte